domingo, 4 de julio de 2010

Porqué no soy feliz

Autor: Alejandro Avendaño

Desde el primer instante, su forma de ser, su alegría y entusiasmo, crearon en mí un mar de ilusiones; en aquel instante supe que era la persona que tanto anhelaba. Los sueños y aspiraciones profesionales son tan fuertes que mi mente y corazón irrumpen en conflicto, es necesario tomar una decisión, significa optar por aquello que tanto luché o por aquello que intempestivamente llegó como una ráfaga de viento que estremeció mi ser.

- Joven, ya tiene que entregar los papeles, recuerde que la ventanilla cierra a las 5 y aún quedan varios aspirantes
- Permítame un instante, es que olvidé sacar la copia del pasaporte – contesté con cierto nerviosismo
- De acuerdo, sólo dese prisa

Los pretextos no faltan, trato de prolongar el tiempo, quizá pueda despejar la mente por un instante y definir esta situación. Salgo de la oficina con el comprobante y la fecha para consultar los resultados; lo hice y no hay marcha atrás. Una botella de vino acompaña la velada, minutos que anhelo se vuelvan una eternidad se confabulan para crear un entorno romántico y triste a la vez.
- Te amo, es increíble que estemos festejando cuatro años de relación – me susurra al oído, con esa dulzura que tanto la caracteriza
- Es cierto, quién diría que este momento llegaría
- Si mi amor y lo que falta, pero debemos definir muchas cosas antes de tomar la decisión
- Así es, siempre es bueno tomar la decisión correcta – enfatizo con cierta ironía

Nunca pensé que la extrañaría tanto. Madrid abre sus puertas y me recibe cual aventurero que tiene la oportunidad de descubrir y conocer algo fascinante, me dejo llevar por el encanto y entusiasmo de iniciar el doctorado que me vincule al entrono profesional que tanto anhelo. El tiempo transcurre y aún está en mi mente.

Una etapa más concluye, éxitos y logros han sido los compañeros constantes en estos 10 años. Lejos del tránsito y la dinámica acelerada de la ciudad reflexiono, pienso en el pasado.


Estoy arrellanado en el sillón junto a la chimenea en que crepita el fuego. Tengo la copa de coñac en la mano derecha. Con la mano izquierda, caída descuidadamente, acaricio la cabeza de mi perro... hasta que descubro que no tengo perro. *****

Dos lágrimas humedecen mi mejilla, lo atribuyo a los efectos del alcohol, pero es inútil, no puedo quitarme de la mente esos momentos.

No tengo perro, no existe Sofía jugando y correteando a su mamá por la sala, no estoy en el sillón disfrutando de una película junto a Toñito, no pude colocar la estrella en el arbolito de navidad; dónde está ella, por qué iba del brazo de aquel tipo, se veía tan hermosa. Mi cabeza está a punto de estallar, no lo entiendo.

- Realmente tome la decisión correcta – enfatizo con rabia y doy un sorbo al vaso
- ¿Por qué no me siento pleno?
- ¿Qué fue lo que sucedió? Si logré lo que tanto anhelaba

Las lágrimas se vuelven cascadas y continué acariciando la cabeza del perro

FIN


***** Este párrafo es del cuento "La cabeza del perro" de Arthur Conan Doyle, que sirvió de base para el ejercicio de escritura, así logré confeccionar este cuento, el cual significó un derroche de sentimientos encontrados

Espero sea de su agrado, cuento con sus comentarios

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